Lo demás no son tonterías

LA ESCRITORA Barbara Tuchman dedica la parte final de La marcha de la locura a analizar los errores cometidos por EEUU en Vietnam. El más garrafal fue el motivo para implicarse en una guerra colonial: la llamada teoría del dominó. Kennedy y Johnson creían que si el sur del país caía en poder de los comunistas, Asia entera seguiría sus pasos y se convertiría en un satélite de la China maoísta. Como luego se ha comprobado empíricamente, esta tesis era un puro disparate a pesar de los millones de dólares gastados por McNamara para desarrollar modelos matemáticos que la sustentaban. Un análisis puramente ideológico provocó el envío de medio millón de soldados a Indochina y una debacle que perdura en la memoria de los americanos.

El interés del libro de Tuchman es que muestra cómo los gobiernos cometen los actos más insensatos en virtud de los razonamientos más absurdos. Eso es lo que también le está sucediendo a Rajoy y sus colaboradores. Un ejemplo de ese despiste monumental son las palabras de anteayer de Dolores de Cospedal. Decía que sólo hay que hablar de la crisis, ya que «lo demás son tonterías y no tiene importancia». La dirigente del PP no ha comprendido todavía lo que saben millones de ciudadanos con sentido común: que la crisis es en buena medida producto de nuestro esclerotizado sistema político y que no saldremos de ella sin profundas reformas que revitalicen la democracia. Estos días estamos asistiendo al desolador espectáculo de la corrupción de los dos grandes partidos, que son verdaderas cajas negras cuyo interior desconocemos. Funcionan de forma absolutamente opaca, con una estricta jerarquización de arriba abajo y sin los más mínimos elementos de control o de crítica interna. Si no hay una reforma radical de los partidos, difícilmente podremos combatir la corrupción y conseguir que nuestros gobernantes sean competentes y eficientes. Pero ni Rajoy ni Rubalcaba quieren oír hablar de ello y, por eso, consideran «tonterías» esos cambios que nos permitan recuperar la dimensión ética de la política.

No, el problema no es la crisis. El problema es la incapacidad para afrontarla de unos dirigentes que se deben mucho más al partido que a la sociedad. El procedimiento de selección de los cuadros es perverso y la falta de exigencia de responsabilidades es escandalosa. Y eso no es una tontería, señora De Cospedal. Es lo esencial.